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Adolfo Costa Du Rels, Bolivia, 1891
Como sois parecida...
Como sois parecida, Señora, a quien yo amaba,
igual es vuestro acento a su voz inerte,
murmura extrañamente, y hace su eco mas fuerte
en la oquedad del pecho cerrado a la esperanza.
Como os asemejáis a aquella a quien yo amaba...
Yo sufro al contemplar, aunque me sepa a muerte,
huir de vuestros ojos donde vence a la muerte
la luz de aquellos ojos que la sombra ya hollaba.
Y, no obstante, yo iría donde vuestro albedrío
me ordenara; alargara mi sufrimiento frío,
adorador extraño de un recuerdo piadoso,
para que mi ternura con la faz sonriente
se esfuerce en revivir ese viaje insistente
de cada vez que exploro vuestro mirar dichoso.
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