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Agustín Acosta, Cuba, 1886
Abandonada a su dolor
Abandonada a su dolor, un día
en que la sombra la envolvió en su velo,
me dijo el corazón que ella vendría
en el milagro espiritual de un vuelo.
Abrí los pabellones solitarios;
iluminé los vastos corredores;
quemé la mirra de los incensarios,
y el frío mármol alfombré de flores...
Llegó, cansada de volar... Yo dije:
Alma, mujer inspiradora, rige
mi vida entera para siempre. Arde
como la mirra el corazón que inmolo...
¡Amor no llega demasiado tarde
a quien se siente demasiado solo...!
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