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Agustín Aspiazu, Bolivia, 1826
Un día grande
Un día grande, ¡grande aurora! irguiose la montana.
El mundo americano febril se conmovió;
ciño a su casta frente la virgen su corona
y el grito sacrosanto de Independencia dio.
"Venid hasta mi valle -clamo con voz potente-
venid, pueblos hermanos, la marcha apresurad;
el hijo se emancipa y se hace independiente:
el dios de las batallas nos dé la libertad.
El ave hace otro nido apenas tiende el vuelo;
el pez pasa del río al insondable mar;
la tenue flor arrastra su polen en el suelo,
allí, donde los vientos la quieren arrastrar.
"Alzad, americanos, las frentes humilladas;
la luz del cristianismo también nos alumbró;
las glorias de Castilla no pueden ser manchadas,
por una servidumbre que Cristo rechazó.
"Acaben las tinieblas, dé fin la noche opaca
y luzca ya la aurora del Bien la Humanidad;
venid a las orillas del ancho Titicaca;
y ésta, será la cuna de nuestra libertad".
Los ecos de los Andes la voz multiplicaron
de la matrona augusta; la tierra retembló;
los nietos de los Incas las armas empuñaron
y el dios de las batallas su libertad les dio.
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