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Alberto Ángel Montoya, Colombia, 1902
Se extasiaban tus ojos
Se extasiaban tus ojos en la espera
y una ola de amplia encajería
tu albo cuerpo orgulloso circuía
como circunda el mar una escollera.
Altanero pendón, alta bandera
alzada en ti por recordar la vía,
sobre el cuello y los hombros se extendía,
a un viento de pasión, tu cabellera.
Desde las duras cúpulas al blando
y oculto valle, la batalla entera
fulgió al incendio de tu boca, cuando
tras la derrota de tu cabellera,
como una lanza a un viento sin bandera,
quedó tu grito entre los dos temblando.
Vuelo del corazón
Vuelo del corazón que se ha abatido
de tan alto volar sobre tu seno.
Vuelo del corazón que en campo ajeno
cayó ayer al azar de lo perdido.
Unos ojos de cielo descendido,
y un seno en nube hacia ese azul, y lleno
de aquel mirar el seno, y sobre el seno
el amor en dos nubes repartido.
Nada más fue este amor. Mi campo cierra
hoy un límite exacto, y el desvelo
de un otro amor por mis dominios yerra.
Nada más fue este amor que el sólo vuelo
de haber soñado que la oscura tierra
pudiera ser la nube y ser el cielo.
Fémina
Con una ambigüedad de ave y de fiera,
leopardesa y paloma en tu destino,
al selvático ardor juntas un fino
tacto de arrullo en virginal espera.
Mas, ay, que tras la plácida quimera,
vuelven a ser por dualidad del sino,
garra la mano al ímpetu felino
y anca de leona la gentil cadera.
Con cuánta candidez de virgen muda
por la sorpresa, en tu callar se advierte
frágil pudor que la inocencia escuda,
sabiendo que otra vez, lúbrica y fuerte,
volverás a gemir toda desnuda
aún en los brazos del Ángel de la muerte.
Tu pie
Nardo y rosa, tu pie guarda una clave
de voluptuosidad que me estremece,
cuando en la alfombra silenciosa y suave,
bajo tu bata, al caminar, florece.
Si en las manos lo tomo, me parece,
transido al roce de mi tacto, un ave
que al sentirse cautiva, desfallece:
tan pequeño es que entre mi mano cabe.
Ni en la húmeda curva de tu labio,
ni en tu seno rotundo, ni en el sabio
giro sensual mi esclavitud persiste.
Ese pie, nardo y rosa, diminuto,
en el espasmo breve de un minuto
tornó mi beso eternamente triste.
Las manos
Yo no sueño con manos gentilicias
blancas como las blancas azucenas.
Albas las sueño, mas las sueño plenas
de pasión y de eróticas primicias.
Manos para los rezos impropicias.
Pálidos nidos de azuladas venas.
Manos sabias en íntimas caricias.
Manos para borrar todas las penas.
Manos que entre las uñas afiladas
guarden cruentas lujurias ignoradas.
y al mandato de sádicos fervores,
clavaran su febril concupiscencia
en la misma maniática inconsciencia
con que otras manos deshojaran flores.
Las copas
Para buscar el alma de los vinos
no me basta mi cáliz cincelado.
quiero altas copas de cristal tallado
que imiten largos cuerpos femeninos.
Copas en cuyos bordes cristalinos
el vino fuera un beso prolongado,
ya que en todas las bocas que he besado
los besos fueron capitosos vinos.
Unas en cuya euritmia transparente,
nuestros ávidos ojos evocaran
giros de amor en cuerpos de serpiente.
Otras castas cual núbiles doncellas,
y tan frágiles, ay, que se quebraran
en nuestras manos al beber en ellas.
Maitines
Tu voz reza la gracia de la hora.
Mi orquídea en el ojal ya está marchita.
Y en tus joyas refulge la exquisita
irisación lejana de la aurora.
El amplio lecho perfumado añora
tu última ofrenda en la pasada cita.
Cómo tu vientre a la pasión me invita:
cálido huerto de enervante flora.
Místico bronce nos recuerda en vano
que hay un castigo para el goce humano.
Llega un rumor de música distante:
es el final sonoro de la orgía.
Alba de rosa... Juventud... Oh Mía.
He aquí para pecar un bello instante.
Ofrenda
Qué dualidad de arcángel y vampiro.
Frío de sol y llama sobre el hielo.
Qué luz de amor y para amar, el cielo
concretado en tus ojos de zafiro.
Tendiéronse tus brazos en un giro
insinuante y febril de alas al vuelo,
y tu seno emergió del terciopelo,
mitad forma al amor, mitad suspiro.
Toma desde temprano, me dijiste
–y era leve tu voz como tu mano–
lo que tarde entregar me fuera triste.
Aromaba tu fruto mi verano,
y como por temprano lo ofreciste,
tomé el fruto por bello y por temprano.
Rouge
De un solo beso desteñir provoca
tu boca en corazón recién pintada.
Fruta y flor a la vez; copa colmada
de vino y miel para la sed más loca.
Ella en sus vivos múrices evoca
el símbolo sensual de la granada,
y pienso al verla sonreír, que nada
en el mundo es más rojo que tu boca.
Cuando presos, al fin, por mis arrojos,
ceden tus labios y después me ofrecen
aún más amor que el que al besar me dieron,
tan húmedos están y son tan rojos,
que sólo las palabras que dijeron
más rojas que tus labios me parecen.
El beso
Un pebetero erótica fragancia
de ámbar y nardo en el salón deslíe,
al par que en bronce un sátiro sonríe
impregnando de mal toda la estancia.
Verde malva es el traje, y tu elegancia,
porque a su encanto mi pasión confíe,
mientras las copas un efebo escancia,
perversamente en el diván se engríe.
Súbito el vino tu fervor desmaya
en un rictus de amor. Mi mano ensaya
buscar el seno repulido y breve.
Y cuando tú revives de la ignota
languidez pasional, mancha una gota
de sangre tibia tu mentón de nieve.
Al amor
Cuántas veces, amor, por retenerte
puse a tus pies mi juventud rendida.
Y cuántas a pesar de estar herida
te la volví a entregar por no perderte.
Cuántas veces también, altivo y fuerte,
por alcanzar la gracia prometida,
me batí frente a frente con la vida,
o me hallé cara a cara con la muerte.
Y hoy, cuando mi ilusión vuelve a tu lado
trayéndole al misterio de tu hechizo
la pluma azul del pájaro encantado,
torna otra vez a mi pupila el lloro
al mirar desde el puente levadizo
que está cerrado tu castillo de oro.
Olvido
Se evaporó su nombre y ha quedado
su recuerdo en mi ser desvanecido,
como queda un arbusto alzado en nido,
ya sin trino, en el aire, despojado.
¿Cómo era su nombre? ¿En qué ignorado
alfabeto del aire está perdido?
Y una voz acercándose a mi oído:
Se llamaba –me dice– ... Lo he olvidado.
Aún queda su perfume. Pero en dónde,
si él con su nombre estaba confundido
como el llanto en la lágrima se esconde?
Se lo pregunto al aire estremecido,
mas en el aire sólo me responde
un silencio que cruza hacia el olvido.
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