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Alberto Blanco, México, 1951
El jilguero
El natural cansancio del jilguero
rinde sus frutos en el crepúsculo:
se posa en un alero o en una rama
y entra temblando levemente al sueño.
Su cuerpo es tan sutil y delicado
como la carne de los dioses pueriles
o bien como las notas más sedosas
que la viola es capaz de sostener…
Mas cuando el viento gira furioso
en las yemas agudas de los manzanos
el jilguero desaparece y es su canto
un cielo raso parecido al universo.
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