Alejo Valdés Pica,   Filipinas, 1890


En la quietud calmada...

En la quietud calmada de la hora
el poeta relee sus poemas,
y con sus ojos, que parecen gemas,
los negros signos que escribió devora.

De la lectura de sus versos goza
besando aquellos que le mienten gozo,
y ante los tristes con pesar solloza
poniendo el alma toda en un sollozo.

Una tenue sonrisa se dibuja
en sus pálidos labios sensuales
al murmurar sus rimas musicales:

y ante las tristes y sentimentales
su ama soñadora se arrebuja
en un manto rosado de ideales.


El amor de los amores

La vida es un dolor. Es algo incierto,
lleno de brumas y de ensoñaciones
que nos hacen temblar; sepulcro abierto
para enterrar en él las ilusiones.

Es triste caravana en el desierto.
Nos morimos de sed. Las desazones
son inquietantes, como un cuerpo muerto
destrozado por garras de leones.

De la vida en el áspero camino
yo he sido como humilde peregrino
que hizo el amor de su ideal un rito;

atravesó el desierto con sus penas,
y he quemado mis pies en sus arenas
en un ansia infinita de infinito.


 
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