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Alfonso Moreno Mora, Ecuador, 1890
Elegía del deseo
Subimos la colina. . . Era la vida
que cantaba a compás de viento y fronda,
a pesar del crepúsculo y de la honda
soledad de la tierra anochecida.
En mis hombros su brazo, distraída
miraba de luciérnagas la ronda;
mi mano descansaba en su redonda y
mórbida cadera endurecida.
A la máxima luz de las estrellas,
por un mismo deseo arrebatados
confundimos suspiros y querellas. . .
y al sentirnos por Eros atraídos,
como caen dos álamos tronchados,
caímos en los céspedes mullidos. . .
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