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Américo Cali, Argentina, 1910
Camino
Sereno vas delante de la casa,
sereno, sin azar, como el destino.
Porque sabes tu ruta eres camino;
camino nada más: penumbra escasa.
Tienes pardo color igual que hogaza,
y eres bueno como el campesino,
que se deja ganar y da su vino
al que demora sueños y al que pasa.
Río de tierra dura sin oleaje,
siempre tornando estás y siempre en viaje
contra esa línea de tu rumbo opreso.
Llama de fuga, claro de la suerte,
no camino total hacia la muerte,
sólo tú me predices un regreso.
Voz en la penumbra
Este soy yo: al fin palabra sola,
ni espada, ni lujuria, ni dinero;
acaso un viejo andar de jardinero
dividido entre luna y amapola.
Tiempo quise guardar; no tiempo llano,
tiempo de no morir, secreto y fino,
y en las mínimas piedras del camino
halló suaves milenios cada mano.
Arbol quise tener, árbol sapiente,
laurel de sombra, condolido abrazo,
y en el agua pequeña de mi vaso
cupo el árbol total de la corriente.
Oro que viste, último viajero,
brillando en lentejuelas de bonanza,
oro no fue. Oh trémula esperanza
renacida en penumbras de romero.
Origen
Sé que naces, poema, porque dueles,
–nada que no fue lágrima es pasado–
ya lo saben mi frente y mi costado
y lo sabrán tus alas cuando vueles.
La sangre que remonta tus niveles
es sangre fiel que sobre mí ha girado,
la sangre del testigo desvelado
que soñó con espigas y laureles.
Cifra de amor, poema enamorado,
tu origen fue un consuelo nunca hallado
para que sin consuelo te consueles.
Bien lo saben mi frente y mi costado,
nada que no fue lágrima es pasado,
yo que sé que naciste porque dueles.
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