|
|
Anacleto Bermúdez, Cuba, 1806
En una ausencia
Duerme helada la musa con que un día
al trinar de la lira canté amores,
y ni de Abril la animan los primores
ni el sol brillante, ni la noche umbría.
Cuando Mirtila mi cantar oía
más bellas eran para mí las flores.
Y más bellos del sol los resplandores,
y la luna más bella parecía.
En la tranquila orilla de Almendares
fácil me era entonar la voz del canto,
que todos sienten en sus patrios lares.
Dentro del pecho el entusiasmo santo:
ahora pulso las blandas cuerdas de oro,
voy a cantar, y en vez de cantar... lloro.
El paseo por el Tínima
Atormentado por la pena impía
a la orilla del Tínima vagaba,
y sus corrientes puras aumentaba
con el acerbo llanto que vertía.
«¿Adónde está Mirtila?» le decía
con débil voz que lenta resonaba,
y el eco de lejos me escuchaba,
«¿Adónde está Mirtila?» repetía.
De las serenas ondas de repente
dando al aire las bellas hebras de oro,
una ninfa salió, que blandamente
enjugar quiso mi angustiado lloro:
La vi, no era Mirtila, odié su encanto,
bajé los ojos y volví a mi llanto.
|
|
|