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Andrés Neuman, Argentina, 1977
Jardín del cementerio
Una hoja resbala desde el árbol
y es tu mirada la que, vuelta mano,
detiene su caída unos instantes;
luego toca la tierra humedecida
por la blanca llovizna del verano
y se confunde
con un montón de hojas arrugadas.
Huele a calas, jazmines, crisantemos.
Das media vuelta y piensas
en cuándo serás tú, si caerá nieve.
Escribe un nombre propio el tiempo
en cada lápida
y sin embargo, hermosas,
cuelgan pequeñas flores del almendro.
Caída de la nieve
Jamás ha sido blanca:
en su origen empuja
sedimentos y tierra,
los negros, naturales
residuos de la vida.
No hay ninguna inocencia que perder,
la inocencia está al fin de la escalada,
lo virgen es impuro, se construye.
La nieve necesita
del barrido interior de la palabra,
de su aguda atención, de su rastrillo,
para tratar de ser
y sostener el blanco cada día.
El paraíso literal
Brilla sin anunciarse.
Apenas hace falta alzar la vista.
Es un ofrecimiento
que la vida nos hace silenciosa
esperando que sean dignos ojos
y digna la alegría.
Sencillamente azul dentro del pecho:
qué dicha haber llegado
al lugar donde estaba.
Hoy quisiera
no añadir una coma
al cielo literal de cada día.
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