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Andrés Quintanilla Buey, España, 1930
La ermita del camino
Piedra para soñar, para quedarse
definitivamente aletargado,
viviendo ya por siempre deslumbrado
y ha pesar de la luz no despertarse.
Piedra para besar, para elevarse
sobre la piedra misma y elevado
hundir el corazón en el sagrado
latido de esta tierra y santiguarse.
Bendita soledad, a dos escasos
palmos de Dios. Aquí es donde mis pasos
me vienen a buscar cuando me pierdo.
Aquí lloro más fuerte y más a gusto
y todo lo comprendo y no me asusto
si surge de improviso tu recuerdo.
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