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Angel Ganivet García, España, 1865
Vivir
Lleva el placer al dolor
y el dolor lleva al placer;
¡vivir no es más que correr
eternamente alrededor
de la esfinge del amor!
Esfinge de forma rara
que no deja ver la cara...;
más yo la he visto en secreto,
y es la esfinge un esqueleto
y el amor en muerte para.
La venus de nieve
Los albos copos que al caer se mecen
en el aire, por fuerzas agitados
de misterioso amor, arrebatados
giran y en torbellino desparecen.
Los ámbitos se cierran y oscurecen
y escuchan los oídos angustiados
en las tinieblas gritos apagados
que, llegando hasta el alma, la estremecen.
La voz de la creación por el caos vuela
y algo divino nace: blanca forma,
fantástico ideal va contorneándose,
que en mujer sobrehumana se transforma...
y mientras yo la invoco, ella, alejándose,
con su mirada el corazón me hiela.
Su fino rostro...
Su fino rostro en luz azul bañado
de sus grandes pupilas luminosas,
se recata en las ondas caprichosas
del mar de sus cabellos encrespados.
Su mirar dulce, suave, está velado
por plácidas visiones amorosas,
y un rumor leve de ansias misteriosas
en su boca entreabierta ha aleteado.
Su talle esbelto, airoso se cimbrea:
ora se yergue altivo, dominante,
ora se mece en lánguido vaivén,
cuando le arrulla la feliz idea
de abrir su pecho a un corazón amante
y decirle: estoy sola y triste, ven.
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