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Antonio Canovas del Castillo, España, 1828
A Laura
No pretendo que paguen el desvelo
que tu infausta belleza en mí provoca,
ni con besos dulcísimos tu boca,
ni tus miradas con su luz de cielo;
ni causarte en ausencias desconsuelo,
ni que sueñes conmigo en ansia loca,
ni que te muestres a los otros roca
como eres, Laura, para mí de hielo.
Pero a la luz del moribundo día
cuando la brisa leve de la tarde
riza feliz tu negra cabellera;
¿por qué no has de ofrecer, ingrata mía,
al loco amor que en mis sentidos arde
un recuerdo benévolo siquiera?
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