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Antonio Casares, España, 1946
Presente del parque
Esta quietud, este silencio, esta
visión que es evidencia del paisaje,
este mar que no es mar ni es oleaje,
este río que oculta la floresta.
Esta naturaleza que nos presta
su belleza, su luz y su mensaje:
gozad del mundo, que es muy corto el viaje,
antes de que la noche sea funesta.
Este parque del sueño y de la vida,
esta acacia, este roble, este avellano,
esta cúpula azul al mediodía.
Esta naturaleza compartida,
este cielo al alcance de la mano,
esta rosa de amor y de poesía.
Querencia del olivo
Yo quisiera estar siempre como tú, viejo olivo,
enhiesto bajo el cielo azul de Andalucía,
como un dios que se siente eternamente vivo,
heraldo de una tierra que anuncia la alegría.
Sembraría en el viento estos versos que escribo,
para que todo el mundo oyera la armonía
del árbol de los sueños, del árbol sensitivo,
que sólo da frutos de amor y de poesía.
Quisiera mirar siempre la soledad del monte,
la belleza sin fondo del mar del horizonte,
la tierra que me acoge, hermosa como un verso.
Y levantar mis ramas al cielo como un grito,
para así proclamar mi dolor infinito,
cuando quieran cortarme, a todo el universo.
Misterio
Quién entiende el misterio de la vida,
qué somos, qué seremos, quiénes fuimos,
sabemos que nos vamos, que vinimos
a dar esta partida por perdida.
El mundo se desangra en nuestra herida,
vivimos sin saber por qué vivimos,
en este laberinto nos perdimos,
en este laberinto sin salida.
Sabemos que está escrita ya la hora
en el reloj de arena del destino.
¿Qué queda de la rosa y su perfume?
Somos una manantial de agua que llora
o una flor en el borde del camino
que apenas ha nacido se consume.
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