Antonio Isaza,   Panamá, 1910


Y van diciendo las canas

Ya el arado del tiempo
abandonó la siembra de ilusiones.
Sólo quedan los surcos,
las mil hebras plateadas
que pregonan cansancio.

Suicidio de recuerdos otoñales...
¡Los años de muñeca no existieron...
...hace tanto quedaron suspendidos
por la garra impasible del olvido!

(Abuela y nieta son los dos extremos
del gran círculo humano.)

Se agotó el porvenir.
Sólo un consuelo:

Hila, abuela, el pasado del recuerdo
con el blanco algodón de tus cabellos.


 
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