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Antonio José Olmedo, Cuba
Incertidumbre
Un látigo de fuego ha cruzado el Abismo
y la Tierra ha temblado al estallar el trueno;
el Hombre ha desatado todo su ancestralismo,
y la blanca Paloma se ha enterrado en el cieno.
Vanos han sido veinte siglos de cristianismo
para dulcificarle y para hacerle bueno,
y sigue siendo esclavo de su bajo egoísmo,
de sus torpes pasiones y de su desenfreno.
Aun grazna el negro Cuervo de la desolación
por sobre las doctrinas del que murió en la Cruz.
¿Adónde marcha el Hombre sin fe ni orientación?
¿Quién dirá la palabra que del mal le desvíe
y en lugar de tinieblas su alma llene de luz?
La caravana pasa mientras la Esfinge ríe...
Evocación
¿Te acuerdas? bajo el palio azul-turquí del cielo
marchábamos unidos; y la dulce belleza
del vesperal paisaje, nos trajo la tristeza
de nuestras pobres vidas señeras, sin consuelo.
Un tapiz de esmeralda perfumado en el suelo;
Filomena brindaba alegre su riqueza.
Nos miramos muy cerca. Tu voz, toda terneza,
tremaba ardiente, y suave como de terciopelo.
–¡Quiéreme mucho, amor mío! ¡Quiéreme mucho!
Exoraste en acento que todavía escucho.
Tembló de envidia y celos una encarnada flor
que al borde del camino lloraba sus agravios.
Yo te besé en la rosa sangrante de tus labios
consagrando aquel beso nuestro divino amor...
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