Antonio Palomero,   España, 1869


El pecado eterno

No, no culpéis a la mujer primera
porque sació con ansia su apetito,
ni al padre, Adán que de manjar bendito
gustó con su agradable compañera.

La culpa es del manjar, que entonces era
más incitante por estar maldito...
¡Si el gozar del amor es un delito
yo también, siendo Adán, lo cometiera!

Es eterna la sed de los placeres;
no se apaga el volcán de las pasiones,
y ayer lo mismo que hoy y hoy que mañana,

para el amor son Evas las mujeres
y Adanes entusiastas los varones...
¡Todos vamos en pos de la manzana!


 
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