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Augusto Constantino Coello Estévez, Honduras, 1884
El caracol
Me hundo en tus ondas, Mar, con la pagana
sensación de ser algo de tí mismo,
o con la vaga aspiración insana
de confundirme con tu azul abismo.
Sentirme dilüir como tus sales,
como tus yodos impregnar el viento,
o, envuelto en el cendal de tus cristales,
perla o coral sumarme a tu elemento.
Flotar calladamente en tus espumas,
ser una de tus olas o tus brumas,
átomo disolverme en tu infinito
y como el hueco caracol rosado,
llevar dentro de mi siempre encerrado
tu interminable y poderoso grito.
Medianoche
En las insomnes noches despiadadas,
sin un solo temor dentro del pecho,
siento que ronda en torno de mi lecho
la muerte con sus trémulas pisadas.
Una hora mas cayendo en lo insondable,
sorda y lejana en el espacio suena;
y de pronto mi espíritu se llena
de una tranquila paz... En la inefable
serenidad eterna de los mundos,
oigo latir el ritmo prodigioso
que viene de los ámbitos profundos;
y al peso de la noche dilatada
me sumo en un letargico reposo,
cercano ya al reposo de la nada.
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