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Bartolomé Leonardo de Argensola, España, 1561
No alegues
Gala, no alegues a Platón o alega
algo más corporal lo que alegares,
que esos cómplices tuyos son vulgares
y escuchan mal la sutileza griega.
Desnudo al sol y al látigo navega
más de un amante tuyo en ambos mares
que te sabe los íntimos lunares
y quizá es tan honrado que lo niega.
Y tú, en la metafísica elevada,
dices que unir las almas es tu intento,
ruda y sencilla en inferiores cosas;
pues yo sé que Apuleyo más te agrada
cuando rebuzna en forma de jumento
que en la que se quedó comiendo rosas.
Sombra
Cuando a su dulce olvido me convida
la noche, y en sus faldas me adormece,
entre sueños la imagen me parece
de aquella que fue sueño en esta vida.
Yo, sin temor que su desdén lo impida,
los brazos tiendo al gusto que me ofrece;
mas ella (sombra al fin) desaparece,
y abrazo al aire, donde está escondida.
Así burlado, digo: «¡Ah falso engaño
de aquella ingrata, que aun mi mal procura;
tente, aguarda, lisonja del deseo!»
Mas ella, en tanto, por la noche obscura
huye; corro tras ella, ¡oh caso extraño!
¿Qué pretendo alcanzar, pues sigo al viento?
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