Benito Pérez Cabañas,   España, 1926


Mi mal incurable

Nada puede calmar esta agonía,
este cruel y punzante sufrimiento,
tengo sed de algo, pero no sabría
deciros, en verdad, que es lo que siento.

Es a veces un rapto de alegría
que llega más allá del pensamiento,
otras, me envuelve cruel melancolía:
si el mar bebiese aún quedaría sediento.

Una estrella persigue mis desvelos
por el azul crespón del infinito
donde están los linderos de mi meta.

Por encima de mí pasan los cielos
donde clavo las uñas de mi grito:
¡Desgraciado de mí, nací poeta!


 
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