Benjamín Pereira Gamba,   Colombia, 1834


El toque de oraciones

Escuchad ese toque misterioso,
que en las torres lejanas,
a los cielos asciende presuroso
enviado por las trémulas campanas!
Es la última oración, la voz postrera
que elevan las basílicas cristianas,
himno que alza la creación entera
a su pura Señora,
al espirar el día.
Mortales! meditad! Sonó la hora
en que los cielos cantan a María!
Saludad a esta madre de pureza,
a la escogida esposa,
que llamándose esclava en su grandeza
humillóse gozosa
ante el arcángel santo,
a su voz inclinando la cabeza!
Levantad el espíritu, mortales!
Cese ya vuestro llanto,
que al vibrar esos roncos funerales
en hora tan solemne,
se eleva hasta la Virgen poderosa
en cielo y tierra un cántico perenne!
Mirad en la extensión del hemisferio
doquiera los cristianos
celebrando el Purísimo Misterio,
a la luz de ese véspero naciente
que trémulo rutila en el oriente!
Miradlos! Doblegada la rodilla,
levantadas las manos,
murmuran con unísona plegaria
un saludo a la Virgen sin mancilla!
Y su nombre divino
resuena hasta en la playa solitaria
al compás de ese toque peregrino!
Meditad! meditad...! El sol espira,
el mundo yace en calma....
Ahora todo reverencia inspira,
todo nos habla por doquier al alma!
Oíd! cuán melancólico suspira
el metal en los aires suspendido!
Orad, vírgenes puras!
Templad, poetas, la armoniosa lira,
avecillas, trinad en vuestro nido!
Niños, alzad desde la cuna un canto
a esa madre que os llama en las alturas!
Y todos a porfía
en un concierto universal y santo
invoquemos el nombre de María!


 
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