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Calisto Camporedondo, España, 1815
A los ojos de Amelia
Amelia hermosa, si posible fuera
que su lumbre perdiesen rutilante
las estrellas que en orbe de diamante
bordan y esmaltan la celeste esfera;
que el astro de la noche suspendiera
su nacarada luz, y el sol radiante
apagase la llama coruscante
y el fuego inmenso de su tierna hoguera;
que, trastornado el orden de natura,
en densa oscuridad y noche umbría
quedase el universo, por ventura;
una mirada tuya bastaría
para poblar de luz en un momento
la tierra, el mar, el aire, el firmamento.
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