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Carlos Danoz Fernández, España
Mi niña
Entre destellos dorados
profundos ojos de azul
miran, nos miran, me miran.
¡Esa, mi niña, eres tú!
Visten tus labios de grana,
son tus cabellos tisú,
hueles a amor y a locura.
¡Esa, mi niña, eres tú!
En un jardín de deseos
soñé una rosa de tul
con dos manitas de plata.
¡Esa, mi niña, eres tú!
Eres un mar de perfumes,
de embriagante canesú,
eres mi noche de estrellas,
eres, mi niña, eres tú.
Te quiero hacer de amores
Te quiero construir de besos
de caricias y deseos.
Haré de fresas tus labios
y de pasión tus cabellos
y una diadema de luna,
batida de estaño viejo,
que adorne tu rostro dulce
labrado de amor añejo.
Pondré en tus manos dos rosas
dos claveles en tu pelo,
en los pies dos lirios verdes
y una azucena en el pecho;
sobre tus senos desnudos
jazmines blancos de anhelos
y ceñido en tu cintura
un retal del firmamento
brocado de sol y estrellas
y estampado de azul-cielo.
Amor en poesía
Yo te compro una mirada
y te pago con un beso.
Si me das una palabra,
puedo darte un par de versos.
O quizás una cuarteta
o un quinteto, vida mía,
porque tu haces que me sienta
tu poema cada día.
Ausencia
Siento el puñal de tu ausencia
clavado dentro del alma
y la frialdad de su hoja
agrava la puñalada.
Cayeron las flores mustias
segadas por tus palabras
y se borraron mis versos
por los rictus de tu cara.
Se fueron con los recuerdos
tus besos y tus miradas
lejanos, como una bruma,
neblina de la mañana.
Quiero y no quiero tenerte
como el niño que jugaba
que un día tenía todo
y al otro nada de nada.
Nadie se muere de ausencias,
nadie de sus puñaladas,
que aunque esté fría la hoja
seguro que no me mata.
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