Carlos Póo Urbach, Cuba, 1872 Los templos En sus bóvedas guardan la infinita castidad que los sueños tornasola, como guarda en su pálida corola alburas la silvestre margarita. En su recinto protector no agita el ansia terrenal su impura ola; del blanco cirio la dorada aureola a los delirios lánguidos excita. Narcótico deleite se desprende del incensario fúlgido que al aura impregna de balsámicos olores; y el ritmo melancólico que extiende por la atmósfera el órgano, restaura el piadoso fervor de mis mayores. De otoño Un vuelo melancólico de hojas en las arcadas de la selva ondula, como sonrisa virginal que adula la muerte, de la vida en las congojas. tal en tu selva, corazón: despojas tus ramas de recuerdos, y simula un miraje engañoso que estimula el manojo de ensueños que deshojas. De otoñales tristeza se diluye un algo espiritual en la contienda en que el aroma de tu vida exhalas; y al rumor angustiado, sustituye, de tus alas heridas en la senda, un vuelo melancólico de alas. |