Carmen González Huguet,   El Salvador, 1958


Si me engañé

Si me engañé, bendito sea el engaño,
benditos sean el beso y cada herida,
bendita sea la carne conmovida
y la fe naufragando en gesto huraño.

Benditos sean el día, el mes, el año
cuando la fiel promesa fue cumplida;
bendito sea el sueño y sea la vida,
el dolor, la caricia, el gozo, el daño.

Bendito lo que aprendo, lo vivido,
lo que recuerdo, lo que al fin despierte
en mí, lo que salvé del río hundido.

Me enfrenté cara a cara con la muerte
y aunque luché y viví a brazo partido,
mi garganta no pudo contenerte.


Sólo aire

Es aire, sólo el aire, quien te besa,
el aire que lamiendo está la llama,
el aire que te envuelve y te reclama,
que libera tu vuelo y que lo apresa.

Es aire, sólo el aire, en que la espesa
sangre del corazón de aquel que ama
vence al silencio donde se derrama
la palabra trocada en fiel pavesa.

Es aire la verdad que desafía
al frío, la distancia y esa boca
ciega a la sed ajena y su agonía

que siembra su existir en otra boca.
Máteme el beso de tu alevosía
brotado en punta de coral de roca.


 
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