Claudia Hérodier,   El Savador, 1950


Pregúntame

Pregúntame por todo lo liviano,
por todo lo que es tiempo, ¡flor de un día!
También por la tibieza de lo vano
que exprime de los hechos su armonía.

Pregúntame, si quieres, por lo humano.
Por aquel ser que quiebra cobardía,
escapando del cuenco de una mano
con su hermana, la diosa fantasía.

Lo humano de la luz que tras un cielo,
recrea con sus dedos de centeno
el pan que de la tierra está ausente,

y así nos deja a todos el desvelo,
de moler las mazorcas con el seno
¡y defender su vida con un diente!


Celestiales antorchas

Celestiales antorchas encendidas
van poniendo su luz en el camino,
de todos los que llevan, ya vencidas,
sus vidas en la alforja del destino.

Son barcas que en un mar van esparcidas,
ahuyentando en la proa el torbellino
de las aguas salobres, sorprendidas,
al contar en el mar tanto marino.

Desde el hondo mirar de los luceros
hay alguien viendo ahí lo que se mira
y lleva cuenta de ello en finos cueros.

Descargan en la playa los veleros...
¡Son miles los que esperan en la pira,
y llaman con su voz a los remeros!


 
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