Concepción Silva Bélinzon,   Uruguay, 1903


Sagrada cantidad

Qué pálido está el sol sobrecargado
no es muy recomendable tantos gustos;
hablan con reverencia del pecado
el murmullo de jóvenes arbustos.

Enredan los demonios sin cuidado
el volante cabello de los justos;
casi no hay corazón sacrificado
para estar ordenado menos sustos.

Las manos taladradas son de todos:
aprendí nuevas frases para el hombre
sagrada cantidad sin acomodos.

Tercera parte y última escalera:
tropiezo con el viento del renombre,
también un danzarín en cada acera.


Más sabes que los astros

Mas sabes que los astros la armonía
del que siempre te tuvo, en su corona,
la cascada del bosque que pregona
tu voz más que el silencio yo diría.

Sobre dolientes líquenes vigía
hasta la niebla misma te perdona;
y el lagarto celeste se abandona
por la luz verdadera que lo guía.

En su gran Mano de Oro tu cabeza,
junto al niño que cuidan las doncellas
no conoces secretos ni flaquezas.

Como el sol en las uvas moscateles;
supiste madurar con las estrellas
la rueda se derrumba en tus laureles.


La casa sin puertas

Habrá palabras nuevas sin cantores
y es preciso buscarlas bien ligero;
también sobrevivir sobre traidores
y el salto del poema lo primero.

Viejo olor a familias y a rencores
mañana no será como yo quiero:
largas mesas provistas de licores
no es bueno repetir como el portero.

No es bueno repetir lo que está dicho:
para qué, para qué morir de peste
no es lo mismo la nada sin capricho.

Puerta no tengo miedo puerta puerta;
y si acaso me escucha me conteste
entre vidrios oscuros descubierta.


 
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