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Darío Herrera, Panamá, 1870
Campestre
La tarde se adormece en la llanura.
Incierto el panorama se destaca
bajo la luz anémica, ya opaca
en cada agrupación de la verdura.
La vespertina claridad perdura,
fingiendo una labor de fina laca
en el espacio cóncavo, que es placa
donde pintan las formas su hermosura.
La noche se condensa en el contorno
del silencioso campo. De retorno
hacia la casa va con lento paso
el labrador y sus rendidos bueyes.
Y son yuntas y el hombre únicos reyes
de aquellas soledades del ocaso.
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