David Escobar Galindo,   El Salvador


Diálogo en la tiniebla

No busco la verdad, pero persigo
su estela cautivante, su aleteo
que es la réplica infiel de lo que creo
y el huidizo fulgor de lo que digo.

La verdad absoluta es un castigo
que quizás no merezca mi deseo.
Y su ausencia es el último trofeo
que desvela mi angustia de testigo.

Me quedo con la flor de la pregunta,
aspirando el aroma sin respuesta,
dejando que el silencio apenas hable.

Y al sentir que la lágrima despunta,
la verdad, como un grillo, me contesta
desde el jardín del vértigo insondable.


Parábola

El sol se pierde
–moneda de fuego
en su ciega alcancía.
Duerme el tesoro, luego,
en el pleno sosiego,
hasta que lo descubre,
de pronto, en el hondón,
el picapedrero del día.


El reencuentro

No te encontraba, Dios, desde hace tanto.
Es cierto: te rezaba, te pedía;
pero eso es sólo la ansiedad que envía
sondas de luz desde el vital quebranto.

Hallarte es otra cosa. Es otro encanto,
otra necesidad. Y hasta diría
que es la más entrañable fantasía:
gozar de tu memoria el adelanto.

Y eso es lo que hago ahora: te disfruto,
sin la intimidación del absoluto;
ya puro corazón que te consume.

Sorbo tu voz y tu silencio, a una.
Y, sin pedirlo, tengo la fortuna
de respirar a ciegas tu perfume.


 
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