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David López, España, 1991
Haciendo la calle
Estaba mendigando en un portal
los besos que chocaban en mi oído,
tenía el corazón enardecido
y trepé de su mano hacia un hostal.
Los peces de su pecho en mi interior
gozaron de un rijoso y tierno rito
de juntar nuestras sombras en un grito
encharcado de sexo y de sudor.
Al final me besó, la besé y luego,
mientras moría el humo del canuto,
me musitó con aire de canción:
"Corazón, para mí esto es sólo un juego,
a golpe de talón yo no disfruto
pero esta vez tú has sido una excepción".
La última sombra
Ya apareció el feroz escalofrío
que me exige llevar por equipaje
un óbolo, y un brete para el viaje
postrero con Caronte por su río.
Intento quebrantar el desafío
con una juventud de camuflaje,
pero ella no tolera tal ultraje
y me anega en un mar de desvarío.
Ayer se fue, mañana es una flor
con la corola frágil, seca y mustia
y el presente es un nido de pavor.
La vida y la salud andan sin suerte,
y cuando me cercioro de la angustia
he pagado el billete hacia la muerte.
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