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Demetrio Fábrega, Panamá, 1932
Llanto mudo
En la altiva y vetusta catedral de Toledo,
en la puerta que se abre por el lado de Oriente,
he visto una cariátide que, al decir de la gente,
de un hereje famoso era vivo remedo.
Cuando la lluvia cae por entre el fino enredo
de los frisos que adornan esa mole imponente,
una gota resbala sobre la faz doliente
y, al llegar a los ojos, se detiene con miedo.
El sol, al levantarse en su marcha gloriosa,
en la muerta pupila, como lágrima viva,
hace brillar la gota que rodó silenciosa.
Y es así cómo ha siglos, sepultada entre yedra,
la cariátide aquélla, que del mundo se esquiva,
viene llorando a solas con sus ojos de piedra.
Con un pañuelo encima no...
Con un pañuelo encima no, que nada
niegue el golpe de luces prometido,
que nada esconda lo que de escondido
hizo al bosque bramar, gemir la espada.
Con una cinta no, la flor ahogada,
que mi decoro rueda desabrido,
y un capitán muy pálido, rendido
busca la flota que le fue burlada.
Pólvora y yesca y pájaros de hondura
hieran de cuajo al centinela breve
de la casa que exhibes y me alejas.
Yo por los campos voy de tierra dura
mordiendo mudo tu puñal de nieve
con que me dejas ver que no te dejas.
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