Diego de Silva y Mendoza,   España, 1565


Ni el corazón, ni el alma...

Ni el corazón, ni el alma, ni la vida
os entregué, señora, enteramente,
lo que de esto padece y lo que siente
quiso dejar conmigo la partida.

Parte es del fuego a vos restituída
lo tímido, lo hermoso y lo luciente;
lo claro, vivo, puro y más ardiente,
¡no hay partir que del alma lo divida!

Los asombros, congojas y cuidados,
ardientes ansias y encogidos hielos
con que continuamente me persigo,

esto no va con vos, em mí ha quedado;
lágrimas tristes que penetran cielos,
éstas corren tras vos, de mí y conmigo.


 
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