Eduardo Ritter Aislán,   Panamá, 1916


Fue mucho el daño

Fue mucho el daño que tu amor me hizo;
Mis ojos agotaron la tibieza
De este lloro colmado de tristeza,
De este lloro sin pausa en que agonizo.

Si mis horas de luz las pulverizo
Removiendo su fruto y su corteza,
Se debe, solamente, a la crudeza
De aquel amor y su fatal hechizo.

Fue un daño irreparable, dueña mía,
Tanto te quise y te adoré tan hondo,
Que te sigo soñando todavía.

Fue tanto el mal por tu querer causado,
Que, aunque a veces mis lágrimas escondo,
¡No puedo amar después de haberte amado!


Risueña como el cielo

Risueña como el cielo y, como el cielo,
Dueña del sol, las nubes y la brisa;
Delgada como el ala que, remisa,
Traza la espira de su limpio vuelo.

Orto y ocaso en mi puntual desvelo,
Aroma que en la rosa se improvisa,
Esbozo de la luz en la imprecisa
Sombra que invade y ciñe el desconsuelo.

Podrá pasar el flujo de los años
Sobre el helado yermo de un martirio,
Podrán cesar los grandes desengaños,

Pero estarán latentes, cada hora,
La firme certidumbre y el delirio
De quererte mañana como ahora.


 
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