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Eduardo Marquina, España, 1879
La novia
La casita escondía, entre rosales,
la humildad de su gracia acogedora;
la aldea apenas palpitaba en la hora
de las primeras nieblas matinales.
Desparramando un vuelo de pardales,
pasa la diligencia atronadora;
mira a la casa el estudiante y llora
su corazón, volando a los cristales.
Ella le ha visto; entreabre la ventana,
y una mirada azul en la mañana
pone el jirón de su saludo tierno...
Pasó hambre y frío en la ciudad distante,
luchó, sufrió... ¡mas, para el estudiante,
fué todo el orbe azul aquel invierno!
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