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Elizabeth Robles, Puerto Rico, 1960
Rastro
La palabra asediando a deshojarle,
fuga de luz crujía su hilo esbelto,
aleteó su espada y dio disuelto
corte de noche; firme despertarle.
Sueño fluía, extravío es recordarle.
Un besar para dos, óvalo suelto
mientras, un túnel llama a un envuelto
en piedra. El mar flecha al entornarle.
¡Líquido, sal mueve! ¡dientes, núblalos
y las esferas suenen a que llueve!
Cien ojos de aire en la sola boca a los
tres labios traspasa, el vibrante nueve;
que a la Venus arqueada en los pétalos
la palabra, convulsiva, le lleve.
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