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Elvio Romero, Paraguay, 1926
Así es ella, me dije...
Así es ella, me dije;
es la alegría remota y honda
que de pronto llega a despejar
el nudo que se debe desanudar
en la penumbra inquieta.
Noche y albor, me dije,
todo llegó a mi corazón por ella;
llegó el sabor oculto del deseo,
el presagio de ardor que en mí resuena.
Es mi cuerpo, me dije,
reconociendo su esplendor en ella,
el bosque entero de mi sangre,
el pulso y el latido secreto de su fuerza.
La imagen que conservo
de las verdes raíces de mi tierra;
ella es el tiempo mío,
el del verano en el regazo inmóvil de la siesta.
Así mismo, me dije,
es su fulgor herido en la belleza,
ella es el largo trecho recorrido
surtiéndose de entraña y sementera.
Ella es así, me dije,
callado abrigo que abrigó mis huellas,
el justo sueño que escogí en la lucha,
la libertad por la que canto es ella!
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