Emilio Ballesteros Almazán,   España, 1956


A Rosi

Cuando el placer te hizo llorar lamí tus lágrimas.
Sabor a sal. El paladar trajo a mis ansias
remotos ritmos que en el mar las olas marcan
y aquel olor tan mineral de arena y algas.

No quise herir la soledad con las palabras
y me callé sintiendo arder en nuestras almas
hondos silencios que crecían como llamas.
Si te besé fue por tenerte en mis entrañas.

Si me dejé fue por perderme entre tus aguas.
Si te abracé fue por saber dónde acababas,
porque en el borde de mi sed se esfuminaba
cualquier contorno que mis ojos dibujaran.

Mi corazón, preso en tu amor, también lloraba.


Destellos

Qué difícil es ver
a humanos caminando satisfechos;
casi tanto como es
alcanzar con palabras el silencio.

Tocó con sus palabras
los hilos de otros mundos.
El tiempo y el olvido
ya lo han dejado mudo.

Palabras como gotas
de lluvia en la laguna
que se juntan por miles
y no encuentras ninguna.

Cuando el silencio toma
de repente el asiento
es como si callaran
los motores del tiempo.


 
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