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Emilio Prados, España, 1899
Cerré mi puerta al mundo
Cerré mi puerta al mundo;
se me perdió la carne por el sueño...
Me quedé, interno, mágico, invisible,
desnudo como un ciego.
Lleno hasta el mismo borde de los ojos,
me iluminé por dentro.
Trémulo, transparente,
me quedé sobre el viento,
igual que un vaso limpio
de agua pura,
como un ángel de vidrio
en un espejo.
Vega en calma
Cielo gris.
suelo rojo...
De un olivo a otro
vuela el tordo.
En la tarde hay un sapo
de ceniza y de oro.
Suelo gris.
Cielo rojo...
Quedó la luna enredada
en el olivar.
¡Quedó la luna olvidada!
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