Enrique Loynaz,   Cuba, 1904


La oración del crepúsculo

¡Mi Dios, quiero ser algo inmaterial!… Quisiera
no haber jamás nacido y no morir jamás;
ser tan sólo una fuerza: un color, un sonido,
una luz… Ser un claro de luna sobre el mar.

Ser un ardiente rayo de sol. Dar de mi fuego
y mi lumbre a la Tierra, ignorando que allá
en su seno, se agita como un sueño perenne,
como un misterio torvo, la ciega humanidad.

Ignorando sus vanos ideales, sus luchas
por las terrenas glorias y el error ancestral
de juzgarse a sí misma –grande– aun no sabiendo
por cuál causa ha nacido ni por cuál morirá…

No quisiera estar hecho de algo; no quisiera
existir, solamente para luchar, ¡luchar
sin que el estéril río de la vida, me lleve
dulcemente a un remanso de beatitud y paz!

¿Con qué divinos dedos liberar mi materia
de la prisión del mundo donde encerrada está?
¡Cómo podré diluirme todo!, todo en la nada,
en la luz, mi Dios, ¡quiero ser algo inmaterial!…


 
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