Enrique Vidal Molina,   Argentina


Claro de niebla

Estoy desnudo en mi ciudad de barro
con un mensaje azul entre las manos.
Llevo un cuchillo frío de cemento
como clavado en mi perfil de sueño.
Una luna de aceite se arrodilla
en el farol amargo de la esquina.
Sin embargo, mis alas imperfectas
desatan la distancia de una estrella.
Me reclama a lo lejos la escondida,
la subterranea paz de la semilla.
Y para uncir mi espera esperanzada,
sólo me falta un nombre de muchacha.
Cuando pronuncie la palabra pura
será el tiempo redondo de las frutas.
Vendrá desde las márgenes del sueño
enarbolando un corazón de enero.
Una mirada, una sonrisa, un gesto,
los puntos cardinales de mi cielo.
Se alargarán sus dedos sensitivos
en superada vocación de lirios.
Tendrá una rosa que no tuvo nadie
en el rosal viajero de mi sangre.


 
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