Epifanio Mejía,   Colombia, 1838


Serenata

–¡Dulce noche de amor, noche serena,
vuestros pálidos astros encended!
Hay dos ojos que brillan con tristeza.
¡Alumbrad! ¡alumbrad! los quiero ver.

Apoyada en mi brazo, amada mía,
al campo del amor vas a seguir.
¡Flores! ¡flores! guardad vuestras espinas,
y aromas en los vientos esparcid.

–¡Dulce noche de amor, noche serena,
vuestros pálidos astros apagad!
Hay dos ojos que brillan con terneza...
a la luz o a la sombra los sé amar.

Apoyada en tu brazo, amado mío,
al campo del amor voy a seguir.
¡Oh rosales! guardad vuestras espinas,
y aromas en los vientos esparcid.


Sobre el musgo reseco...

Sobre el musgo reseco la serpiente tranquila
fulge al sol, enroscada como rica diadema,
y en su escama vibrátil el zafiro se quema,
la esmeralda se enciende y el topacio rutila.

Tiemblan lampos de nácar en su roja pupila,
que columbra del buitre la asechanza suprema,
y regando el reflejo de una pálida gema,
silbadora y astuta por la grama desfila.

Van sonando sus crótalos en la gruta silente
donde duerme el monarca de la felpa de raso;
un momento relumbra la ondulante serpiente,

y cuando ágil avanza y en la sombra se interna,
al chispear de dos ojos suena horrendo zarpazo
y un rugido sacude la sagrada caverna.


 
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