Ernesto León Gómez,   Colombia


El suicida

La luz del genio en su apacible cielo
para él brillaba con claror divino,
y, cual poeta, al fin de su camino
debió la gloria coronar su anhelo.

Pero amó; lo engañaron, y un consuelo
demandó en vano al porvenir mezquino;
cobarde ante el horror de su destino
rasgó de su existencia el frágil velo;

y cuando libre el alma del suicida
dejó á la tierra la materia inerte,
en las eternas puertas esculpida

leyó temblando su futura suerte:
A quien por no sufrir deja la vida,
vida para sufrir le da la muerte.


Después del baile

Poco á poco se fueron opacando
las luces en la estancia;
clareaba la aurora, y en el huerto
los pájaros cantaban.

Sentados ella y yo, ya casi solos,
en la espaciosa sala,
llamábamos en vano á nuestros labios
ignoradas palabras;

ya no esquivos sus ojos, en los míos
fijaban las miradas
con esa vaguedad indefinible
que da el sueño del alma.

De repente esos ojos se nublaron,
sentí ruido de alas,
y luégo vi que un niño cariñoso
nuestras manos juntaba.


 
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