Eugenio García de Nora,   España, 1923


Adiós

¿Recuerdas? Era así. Césped de alfombra
florecía en colores dulcemente,
y en la vibrante y tibia y clara sombra
era verdad tu cuerpo adolescente.

Dorados, rosas, blancos, tus vestidos:
gaviotas de aquel cielo, extenuadas
por adioses inmensos, sólo oídos
en mis remotas playas deslumbradas.

¡Adiós, amor! Tu fuego ya en mi pecho.
¿Dónde el mundo y su forma, luz gozosa?
¡Huye, cintura breve, astro deshecho,

opaca ya en tu piel la luz hermosa!
Nada quedaba, boca. Así fui hecho
a la furia: besar un ascua rosa.


La noche

Comprobándome estoy cómo es herida
ya, toda nuestra carne. Y que consiste
el alma en el dolor. Y el tiempo existe
para alejar la libertad perdida.

Porque al pensar las cosas de la ida,
la fe en derrota, el entusiasmo triste,
la virtud muerta... el corazón resiste
apenas, ay ¡a penas! la embestida.

Cuando me paro a contemplar el mundo;
cuando sin verlo dejo arder mi fuego,
¡qué amargo siento el corazón profundo!

¡Y ni un dios breve, ni un destino ciego
podrán salvarte!... ¡Trágico errabundo!
¡Tanto penar para morirnos luego!


 
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