Eugenio Díaz Romero,   Argentina


La reja

Moría de dolor tras de la reja
del hospital, desmesurado y triste,
cuando mágicamente apareciste
sofocando al nacer mi última queja.

Fue tu visión como una luz que deja
a quien la ve, suspenso. Dirigiste
luego hacia mí tus pasos, mas quisiste
ocultarte al llegar bajo la vieja

encina en que mis sueños se albergaron.
Mis ojos en la encina se clavaron
adivinando casi el movimiento

de tu imagen esbelta y vencedora.
¿Partiste? No lo sé, mas si aliento
me halló en la reja, pálido, la aurora.


Intermezzo

¡Dolor infatigable ya no oirás mi lamento!
Mi cítara está muda, para cantar la garra
que se hunde en lo más hondo, vital del pensamiento
y del cuerpo la fibra sin piedad nos desgarra.

Hoy no sufro ni lloro; estoy ágil, contento,
mi pecho está vibrante como el de mi guitarra.
Tengo anhelos de vida, de amor, de luz, de viento,
de estallar en canciones como loca cigarra.

El azul me sonríe, me abisma en su dulzura.
El agua me parece más límpida y más pura.
Las hembras me enloquecen con sus bocas en flor.

No quiero saber nada de dudas y pesares,
no sufro, sólo quiero perfumes de azahares
y el beso de tus labios febricientes, Amor.


 
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