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Filiberto Rodriguez Motamayor, Venezuela
Bendito seas, Dios mío
Mi labio besa la tierra
en que germinaron los abrojos y las flores,
y mi frente se hunde en el polvo,
agobiada por las tribulaciones.
Mi alma conturbada,
como un águila a quien el rayo destroza el nido,
olvida la cima donde el sol vierte sus claridades
y se sumerge en la sombra impenetrable de su dolor.
Rugió la tormenta sobre mi frente dolorida
y el rayo se hundió en mi corazón.
Y de su seno brotó el licor de las tristezas
y bañó mi ser en una suprema amargura.
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