Flavio Herrera,   Guatemala, 1895


El beso

Se iluminó la estancia de una venusta gracia
cuando acerqué a tu boca la mía temblorosa,
mientras por tierra y cielo relampagueó mi audacia
cortándole a la vida su más intacta rosa.

¿Qué jugo, di, qué jugo el corazón invoca
tiene como tus labios tan íntimos dulzores?
Mujer, dime: ¿Qué abejas buscaron en qué flores
las mieles trasegadas al panal de tu boca?

¡Oh, beso! con la gloria de tu emoción celeste
–comunión de alma y boca, brasa y diafanidad–
abriste en el más puro de los espasmos: Este,
a nuestro barro efímero rutas de eternidad.

Tu labio, jardín donde la fiebre es jardinera;
botón de calentura mi labio nunca ahíto,
fundiéronse en las llagas de la inmortal hoguera
para beberse juntos de un beso el infinito.


El lago

Entre rústico estuche de montañas
como una gema duerme la laguna
y pule su cristal en donde baña
su clorosis romántica la luna.

Cerca del tul que el céfiro enmaraña
hunde su red un pescador. Es una
colosal y nerviosa telaraña
donde truncan los peces su fortuna.

A veces por la húmeda ribera
pasa ondulando un tren como serpiente
que a sumergirse en las aguas fuera ...

Vibra una imploración en un silbido;
un brazo de granito tiende un puente
y pasa el tren sobre el cristal partido.


 
A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z

Página Principal       Spanish Poetry