Francisco Camprodón y Lafont,   España, 1816


Así que el primer hombre...

Así que el primer hombre hubo pecado,
se nublaron los cielos de repente,
y empuñando una espada refulgente
le dijo un ángel con acento airado:

“Lejos de este lugar que has profanado,
y al recordar su encanto , eternamente
surquen arrugas tu orgullosa frente
y anda a comer el pan del desterrado.”

Transido Adán de amargo desconsuelo
cruzó sus manos y exhaló un gemido,
y al ver cerrar, con lágrimas de duelo,

tras sí las puertas del Edén perdido,
exclamó el infeliz mirando el cielo:
“Si me quitáis el bien, dadme el olvido.”


 
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