Francisco Lazo Martí,   Venezuela, 1864


El turbador

En silencio la selva se recrea:
ya no turba su paz el rudo hachero
a cuyo golpe aquel roble altanero
vibraba con un ritmo de odisea.

Junto al árbol que un hálito menea,
presa de oculto mal yace el bracero:
y a través de la fronda un sol artero
con lanza de cien puntas lo alancea.

Abrazado a su hacha de combate,
contraída la faz, el ceño adusto,
en garras de la fiebre se debate.

Y bajo el roble –de su vida ignota–
finge su cuerpo miserable arbusto
que despiadado el vendaval azota.


El sembrador

Sudorosa la faz, desnudo el pecho,
de simientes henchida su escarcela,
bajo el sol que furioso le flagela,
va sembrando el buen hombre su barbecho.

Al pasar, vida siempre en el estrecho
surco reciente que su pie nivela;
en tanto sorda cólera revela
el áspide traidor que está en acecho.

Y siempre así, bajo el flagelo ardiente,
cegado por su afán a ver no alcanza
la serpentina piel que flores miente.

A la postre hallará, como el Divino
Ser que sembraba el bien y la esperanza,
la traición y la muerte en su camino.


 
A B C D E F G H I J K L M N O P Q R S T U V W X Y Z

Página Principal       Spanish Poetry