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Gaspar Octavio Hernández,   Panamá, 1893 
  
Melodía
  
Todo vibra con músicas; el río 
que orla de espumas el jardín; la espesa 
y verde fronda que la Aurora besa 
con un beso que vuélvese rocío.
  
 
Todo vibra con músicas: los mares 
que al cielo ofrendan su cantar sonoro; 
el oro de la cítara de oro 
del cantar de los Cantares...
  
 
¡Oh amada toda ritmo...! Oh dulce amada! 
Cuando empiece a extinguirse la mirada 
de mis ojos enfermos de no verte,
  
 
¡arrúllame con músicas sonoras, 
que –al escuchar tus músicas– las Horas 
detendrán el avance de la Muerte! 
  
Ego Sum
  
Ni tez de nácar, ni cabellos de oro 
veréis ornar de galas mi figura; 
ni la luz del afir, celeste y pura, 
veréis que en mis pupilas atesoro.
  
Con piel tostada de atezado moro; 
con ojos negros de fatal negrura, 
del Ancón a la falda verde oscura 
nací frente al Pacífico sonoro.
  
Soy un hijo del Mar... Porque en mi alma 
hay –como sobre el mar– noches de calma, 
indefinibles cóleras sin nombre.
  
y un afán de luchar conmigo mismo, 
cuando en penas recónditas me abismo 
¡pienso que soy un mar trocado en hombre! 
  
 
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