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Germán Pardo García,   Colombia, 1902 
  
El convite
  
Lo que hallaste en la mesa, justamente, 
no fue sino el sabor de mi ternura; 
un fruto sabio, un pan sin amargura, 
y el agua de la vida allí presente.
  
Junté las manos y elevé la frente 
para darte el amor, en la clausura 
del corazón recóndito; en la albura 
de la mesa ofrecida humanamente.
  
Toma de este manjar y que este vino 
sea, en el dulce vaso diamantino, 
la primera señal de nuestra alianza.
  
Yo soy la vida y tú el amor. Y el fruto 
del encarnado amor, en el minuto 
cuajó la eternidad de su esperanza. 
  
 
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